¿Un crítico gastronómico debe saber cocinar? Esta pregunta es una de las más habituales y la contestación que se suele dar es:

«No es necesario, aunque ayuda».

Sin embargo, después de muchos años ejerciendo el periodismo gastronómico, me doy cuenta de que cocinar o apreciar el proceso de elaboración de un plato, y no solo la última fase, la de comerlo, tiene gran importancia. 

Los detalles de dónde se obtiene un producto, cómo comprarlo, saber diferenciar su calidad y cómo conseguir lo mejor de él en la cocina dan un conocimiento extra al crítico que puede vestir de palabras y razonamientos un plato solo con una mirada.

La cocina clásica, la popular y la de vanguardia se pueden aprender a través de recetas, vídeos o cursos y, sobre todo, experimentando e investigando, cuestiones también esenciales para seguir avanzando en el conocimiento.

Hacer crítica gastronómica solo habiendo comido mucho en muchos lugares es hacer la crítica del espectador, mientras que si a esta visión se le añade el conocimiento de cómo obtener lo mejor de un producto o incluso de dónde y cómo se cultiva, pues la experiencia que se puede vivir será más intensa y el texto que se pueda ofrecer a un lector más enriquecedor.

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