En la tarde de ayer, The Foodie Studies convocó a su comunidad internacional, que respondió uniéndose a una video llamada colectiva desde Japón, Estados Unidos, Chile, Argentina, Perú, Bolivia, Ecuador, Francia y desde distintos lugares de España. Esta iniciativa online agrupó diferentes perfiles profesionales del sector gastronómico en una primera mesa redonda y virtual #thefoodiestudiesgeneration. Empresarios, emprendedores y cocineros, escritores, fotógrafos, periodistas y comunicadores gastronómicos, entre otros, nos encontramos para abordar el impacto que la crisis internacional provocada por el COVID 19 tendrá en el conjunto de la divulgación gastronómica, así como los retos que esta afrontará.
En tanto trabajamos pegados a la restauración, que sufre estos días un fuerte impacto como consecuencia de los cierres temporales, la situación de este sector fue el primer tema de análisis. Las voces que llegan desde América Latina auguran la crisis de un modelo en el que la oferta gastronómica y la alta cocina están enfocadas y son consumidas principalmente por un público turista y extranjero. Prevén una debacle, pues este tipo de demanda tardará en regresar a los restaurantes y vaticinan que, aquellos cuyo músculo financiero resista evitando el cierre definitivo, tendrán que reformular sus modelos de negocio. Será inevitable, dicen, absolutamente necesario.
Los representantes de la restauración en Europa no advierten un mejor panorama. Si bien es cierto que el público autóctono que consume experiencias gastronómicas en España o Francia es más numeroso – reduciendo su dependencia del turismo -, el golpe para el sector no será menos significativo a este lado del Atlántico. Parece que aquí y allá, tras esta crisis, será el momento de saber qué modelos en la restauración gastronómica se encontraban sobredimensionados. Las probabilidades de supervivencia se concentran en aquellos negocios que hayan logrado ser coherentes en sus formas de expansión y crecimiento. Surge un apunte, desde Ecuador: no dejemos de pensar en «la otra restauración”, la que con ofertas del día a día alimentaba a tantas y tantas personas a precios módicos, que también se encuentra ante un cese de actividad con cuentas incluso más ajustadas.
Pensamos en nuestra labor como comunicadores, divulgadores, periodistas. ¿Tiene sentido hablar del hedonismo y el placer en tiempos de cuarentena? Y cuando todo pase, ¿será el hecho gastronómico una prioridad? Donde el ingreso ha cesado – o se desconoce el ingreso futuro – se contrae el gasto, por lo que el presupuesto y gasto «gastronómico» de las familias, tanto fuera como dentro de España, se recortará.
Se está produciendo un regreso a la cocina doméstica enfocada a la alimentación, que parece volver para quedarse, al menos una temporada (por imposición ahora, quizás por elección en el futuro). Hemos vuelto a cocinar en casa, en un reencuentro inesperado con recetas, técnicas y herramientas culinarias que a muchos les eran ajenas hace apenas unas semanas. Dice un compañero, cocinero español, que esta situación ha evidenciado que «se nos ha olvidado el comer, el cocinar» y que deberíamos reclamarlo como bien social, ahora más que nunca. La falta de tiempo en nuestro ritmo de vida pre-coronavirus había sido la excusa perfecta para desvincularnos del conocimiento culinario heredado generacionalmente y entregarnos con los brazos abiertos a toda cocina que no supusiera un exceso de dedicación. ¿Nos habíamos alejado demasiado de las elaboraciones tradicionales y centrado en exceso en tendencias y productos de moda?
Llega aquí el acuerdo y una esperanza unánime: esta crisis nos hará valorar más el producto y, ojalá como consecuencia de ello, también a quienes estos días se encuentran al pie del cañón en el sector primario, asegurando que no nos falte género. Surgen cuestiones entorno a la sostenibilidad y al consumo de km0, también sobre las oportunidades de negocio que las nuevas tecnologías ofrecen a los productores y a la posibilidad de que encuentren una brecha de visibilidad en medio de esta crisis.
Como comunicadores gastronómicos, poseemos el altavoz necesario para tratar estas y otras cuestiones relacionadas con aquello que comemos y bebemos, y con quienes hacen posible que así sea. Tal vez esta sea una buena oportunidad para revisar las temáticas que nos ocupan y prestar atención a otros tipos de cocina, de cocineros y de empresarios. Con los ánimos puestos en poder volver a disfrutar pronto de la alta cocina de la restauración gastronómica, encajaremos el golpe de su ausencia acercándonos a lo cotidiano, a lo que sucede a pesar de que todo cese, de que el mundo pare. Quizás así, acercándonos a las cuestiones que hasta ahora han permanecido a la sombra, lejos del interés de publicaciones, guías, eventos y rankings, descubramos nuevos escenarios, tiempos y significados para el concepto del hedonismo gastronómico, cuya definición parecía ya cerrada.