La segunda mesa redonda y virtual de la comunidad #thefoodiestudiesgeneration tuvo lugar ayer, conectando en un segundo encuentro internacional a diferentes profesionales del sector en Argentina, México, Perú, República Dominicana, Estados Unidos y España.
La propuesta de este encuentro era escuchar la experiencia de voluntariado de nuestro compañero Fédor Quijada, cocinero profesional que colabora en la iniciativa #ChefsforSpain, nombre que ha recibido el desembarco en España de World Central Kitchen, la ONG liderada por el chef José Andrés. Esta acción altruista, que arrancó en Madrid hace unas semanas y a la que se han sumado progresivamente restaurantes, cocineros y voluntarios en diferentes ciudades españolas, recibe los productos donados por Makro y el apoyo logístico de distribución de los bomberos y de Correos. Su objetivo es elaborar comidas nutritivas para hacerlas llegar a quienes más las necesitan, convirtiendo la acción de cocinar en el vehículo principal de esta iniciativa solidaria.
Fédor nos cuenta en primera persona cómo es participar en la versión española de World Central Kitchen, en su caso, como parte del grupo de voluntarios en una de las cocinas centrales de Madrid. Destaca la eficiencia en la organización y el reparto de tareas, así como en la coordinación del trabajo en cadena, que alcanza todas las etapas del proceso: desde la recepción de los productos y su almacenaje, pasando por su preparación y elaboración, hasta su emplatado y empaquetado, que las sitúa en posición de ser distribuidas. Además de funcionar de manera eficiente a nivel operativo, Quijada subraya el buen talante, disposición y humor de todas las personas que se han prestado a ceder su conocimiento, tiempo y esfuerzo a este proyecto.
Desgraciadamente, las brechas de necesidad que se abren son más que las que llegan a cubrir las grandes organizaciones. Por ello, al hilo de esta macrooperación solidaria que hunde sus raíces en la restauración y que cuenta con su conocimiento e infraestructuras, surgen comentarios de otros profesionales que mencionan desde distintas ciudades la importancia de las redes micro. Se mencionan iniciativas improvisadas por comunidades de vecinos, pequeños grupos con mucha iniciativa y recursos limitados, que se suplen con grandes dosis de voluntad desde la trinchera de cada una de sus cocinas, de llegar al mayor número posible de personas en situación de necesidad. Este tipo de alimentación, centrada en la nutrición, nos recuerda el motivo raíz por el que los seres humanos comemos y bebemos: para continuar vivos. Hablamos entonces del hambre cruda, que se ha visto aupada en el último mes por el cierre de comedores sociales y otros centros que ofrecían su servicio a colectivos en riesgo.
Resulta imposible no pensar más allá del momento del confinamiento, del rabioso presente. La post cuarentena dejará un panorama de necesidad que se extenderá, como sucedió en la última crisis económica, y al que será necesario dar respuesta. Por ello, del mismo modo que vemos tejerse redes de solidaridad a todas las escalas ante el estallido inicial, somos responsables -como individuos y como sociedad- de hacer que estas soporten el peso de lo que está por venir.
En el escenario profesional, ligado a la alimentación, se pronostica el auge del periodismo agroalimentario, que muy probablemente recupere parte del espacio que le había arrebatado la comunicación centrada en la gastronomía y la alta cocina de la restauración. Desde República Dominicana nos llega el testimonio de Elaine Hernández, profesional de la comunicación gastronómica, que ya ha comprobado el crecimiento de demanda de su trabajo desde el sector primario. Nos planteamos un horizonte posible en el que los productores querrán comunicarse más y mejor con el entorno doméstico, pues será este en el que se desarrolle mayoritariamente la cocina en los próximos meses. De momento, sin alejarnos de la realidad: los pies en la tierra, la mirada en el producto y el reconocimiento para aquellos que hacen posible que continuemos cocinando y comiendo cada día. Hemos de reiterar el valor del trabajo de quienes son responsables de la producción, con quienes tenemos la oportunidad de recuperar un vínculo directo, perdido en las últimas décadas.
Una vez más, al despliegue de experiencias, informaciones e historias que se suceden a medida que la conversación avanza le sigue una batería de reflexiones y posibilidades que visten lo que a estas alturas todos hemos asumido como un futuro incierto. A pesar de todo, cerramos con una capa de barniz optimista que Vanessa Rolfini nos regala desde Lima. Que no nos olvidemos, dice, “que el sol va a salir igualito mañana”. Seguimos.