Hoy La Habana no es de esas grandes capitales donde la vida diaria iguala la premura de un fast food, al contrario, el cubano se toma su tiempo y asume como refrán el » vísteme despacio que estoy deprisa» incluso para comer. Una actitud que tiene sus cimientos heredados en los constantes cambios que ha vivido la isla. Sin embargo a pesar del parsimonioso camino adora comprar un pan con «algo» en el timbiriche de la esquina – que es como se conocen los puestos o kioscos ambulantes en Cuba- y seguir su ruta.
El regreso del pregón
Cuentan quienes lo vivieron que esta era la capital de las frituras. Reinaban los vendedores ambulantes, los tamaleros, quienes cargaban en una lata con agua caliente maíz rallado envuelto en su hoja o los vendedores de maní, de coquitos rayado, los fruteros o los artesanos de dulces caseros. De hecho, muchas canciones recuerdan sus pregones y pregoneros como “ maní, maní, manisero llegó, caserita no te acuestes a dormir, sin comprarme un cucurucho de maní…. “ en La Habana por dejarte de vender te ofrecían caña santa para la garganta, caisimón para la hinchazón …la rúa para el que estornuda, albahaca para la gente flaca , apazote para los brotes y Betivé para el que no ve (todas hierbas medicinales)
Indiscutiblemente, La Habana era un verdadero emporio del comercio callejero, uno de los sellos de la movida ciudad. Tras la revolución de 1959 la venta ambulante fue vedada por largo período hasta casi inicios de los años noventa donde un fuerte período de escasez denominado «especial» dio al traste con nuevas autorizaciones de trabajo privado. Mas reciente aún en los últimos cuatro años tras las nuevas medidas económicas para «actualizar» el socialismo cubano, han resurgido los pequeños negocios privados y la venta de la comida en las calles vuelve a sentirse con el rumor de un pregonar.
En la actualidad el listado oficial de actividades por cuenta propia incluye la venta ambulante de comida, bebidas no alcohólicas y productos agrícolas, predominan los vendedores de maní, con sus diferentes formatos: maní salado, garapiñados, tabletas de maní molido o en grano, nuestro mejor acercamiento a un turrón de Jijona o un Alicante. Encuentras heladeros que hacen honor a las frutas tropicales con sus helados de coco, piña, guayaba o mamey y donde la propia fruta se utiliza como embase en una presentación que rompe los límites del habitual barquillo. Continua y prolifera la venta de panes con… croquetas, lechón asado (pierna de cerdo asada) jamón y queso, hamburguesas y no olvido el muy gustado y salvavidas pan con perrito o hot dog, moda de la céntrica calle 23 del Vedado capitalino. Sin embargo lo que considero la sensación del mercado callejero son los churros rellenos, rellenos de crema de chocolate, guayaba, dulce de leche o leche condensada.
Hoy forma parte de la cotidianidad ver a los «carretilleros» empujando sus carretas de frutas, viandas y vegetales por las barriadas habaneras, resguardándose a la sombra de un buen árbol y polemizando entorno a los ires y venires de la vida diaria, captando compradores en potencia. Te puedes tropezar con otros deambulando con pequeños carros de mercancía sobre bicicletas con vitrinas de cristal y neveras para la comida o en grandes portales coloniales convertidos con nombres como «Los Chuper churros» o » Los Rellenitos»
Mientras a Cuba le pasaban 50 años por encima, el mundo se movía a la velocidad de las luces del siglo. Inevitable. El tiempo, el implacable, pone a prueba a los cubanos que a pesar de todo mantienen la ingeniosidad y el optimismo a flor de piel e intentan ganar terreno. Seguimos inventando lo inventado pero con la autenticidad del trópico. Queda conquistar mejores niveles de calidad de lo que se ofrece, esta es una tarea pendiente para la comida en las calles de La Habana. Entre tanto hacemos largas colas para comernos uno de esos churros rellenos y continuar camino.