En la ciencia ficción la comida es un lujo. Así ocurre en una novela como Blade Runner o en una película como Soylent Green en las que un melocotón de verdad o un tomate tiene un precio solo para millonarios en el mercado negro.

8 Jarea de vieja (11)

Esta distopía, sin embargo, cada vez podría parecer más auténtica si buceamos en los productos que ofrecen los lineales de los supermercados o los platos que proponen muchos restaurantes, no solo las franquicias de comida rápida, sino muchos de aquellos que únicamente calientan y sirven (V gama). No obstante, muchos de nosotros, absorbidos por la vorágine del día a día, no lo detectamos.

Solo cuando nos paramos a oler y dedicamos tiempo a saborear y no solo a tragar, nos damos cuenta de que hay algo en ese producto que siempre tomamos que no es auténtico. Así nos ocurrió en una clase de Periodismo Gastronómico en el Máster de Periodismo Cultural y Nuevas Tendencias de la Universidad Rey Juan Carlos.

Los alumnos cataron una galleta de venta en supermercados. Desprendía olor a polvo y su contenido en sal, aunque no era indicado en el etiquetado, era tan elevado que cualquiera podía detectarlo si se concentraba en paladearlo.

«¿Pero es que no se dan cuenta de que no está bueno?», me preguntan.

Supongo que la industria tiene otros objetivos, uno de ellos podría ser que cuando uno comienza a comer una galleta de esas no puede acabar hasta terminar el paquete.

Por ello, considero que estudiar y practicar la Crítica Gastronómica puede ser una de las mejores vías de conseguir una alimentación consciente para cualquiera de nosotros. La crítica gastronómica no es solo emitir juicios sobre lo bueno o malo que es un restaurante, la crítica gastronómica contemporánea excede este antiguo concepto para conseguir guiar a los paladares por una alimentación consciente.

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