Aportación Sección Off. Divulgación. I Congreso de Comunicación y Periodismo Gastronómico. Gastronomía de la Escasez.
Por María Isabel Torres Siller
Se dice que el ingenio florece en la necesidad pero al sentido común habría que alimentarlo para que perdure en cualquier situación, de paz o de guerra, de crisis o de estabilidad. Nuestra historia está marcada por acontecimientos de lucha y conflicto, de conquistas, de adaptación y de cambios; necesarios tal vez justamente para dar sitio a nuevas formas de convivir.
Un aspecto positivo de la escasez es la reinvención. Lo que tantas mujeres y hombres han logrado para la posteridad con tan pocos recursos, tiempo o poder. Ejemplos claros son los avances tecnológicos o la riqueza cultural reflejada en la gastronomía de los pueblos. Cuando se trata de transformar una debilidad en una virtud hay mucho de qué hablar; desafortunada o afortunadamente en temas de alimentación cada vez surgen más necesidades, apetitos por saciar y problemáticas que requieren soluciones urgentes.
Si todos, si la humanidad entera tuviera acceso al disfrute diario de una comida sana y consciente, la realidad sería distinta. Aún en tiempos actuales existe una brecha dramática en cuanto a alimentación básica se refiere. El estilo de vida occidental influye bastante, su inmediatez, la falta de educación auténtica en valores, la carencia de empatía, lo industrializado sobre lo artesanal y lo rápido sobre lo que merece la pena esperar.
La comida es indispensable para subsistir y es escasa, continúa siendo escasa, cuando en el mundo se producen cantidades de alimento suficientes para la creciente población, sigue faltando… Ahora más que nunca, cuando vivimos inmersos en crisis silenciosas, realmente estamos escasos de ingenio y sentido común para pensar y repensar nuestros modos de producción y consumo; para replantear nuestros sistemas alimentarios y reflexionar. Mary Frances lo expone perfectamente: «Si existimos sin reflexionar y sin dar las gracias por nada dejamos de ser humanos para convertirnos en bestias».
Recetas geniales que han surgido desde la obligación, la supervivencia o la opresión, las hay y son recetas que conviene recordar, tener a mano y cocinar. Por su simplicidad y su versatilidad, pero ante todo, por la dificultad que sus orígenes condensan: ahí se encuentra su valía. Detrás de la tortilla de patatas se halla la inventiva creadora que en el presente nos viene muy bien. Podemos recordar e incluso imaginar pasados complicados y agradecer, porque un caldo hecho con las dos verduras que guarda la nevera es la mejor medicina para un resfriado de la infancia.
Nuestra generación no está tan lejos de aquellas que realmente conocen lo que es el hambre, que han tenido que comer las cáscaras de patatas fritas sobrantes de la vecina, pero qué lejos estamos de valorar los productos de la tierra en el día a día y de entender que nuestros hábitos comunes han de cambiar. Porque nuestra alimentación es un reflejo literal de la realidad social que vivimos, y la única manera de cambiar esta realidad es comprendiéndola desde sus entrañas.
Creo que es importante encontrar la abundancia en lo escaso, disfrutar un tomate y celebrarlo por el milagro que es; direccionar nuestro pensamiento en ese sentido para alimentarnos conscientemente y tomar en cuenta toda la cadena que hay detrás, desde su origen hasta la sabiduría de su conservación. Y creo que es imprescindible hacer provecho de la creatividad para rediseñar cómo producimos, consumimos y percibimos la comida.
Porque lo opuesto de escasez es riqueza, generosidad, y en lo sincero, por poco o simple que sea, puede existir mucha significación y valores que es oportuno pasar de una a otra generación.