Por Cristina Carpintero. Master de Comunicación y Periodismo Gastronómico.
RESUMEN
El presente Trabajo Final de Máster y, por consiguiente, trabajo de investigación,
pretende indagar en las peculiaridades de la cocina británica vinculadas a diferentes
momentos históricos acontecidos durante el Imperio Británico que se desarrolló entre
los siglos XVI y XX. Para materializar esta investigación se analizarán diferentes
circunstancias, relacionadas con momentos históricos, personajes y productos concretos,
que influyeron en la creación de este tipo de cocina y de las variaciones en los hábitos
de consumo de los británicos:
– Fundación de la Compañía Británica de las Indias Orientales, en 1599. La
llegada de la Compañía a Asia propició la importación de productos como el té.
La entrada de este producto en Reino Unido no solo supuso una nueva
concepción de la gastronomía sino también, en cierta manera, una revolución
social.
– Establecimiento de colonias británicas en la India. El primer asentamiento se
produjo en la localidad de Madrás en 1639. Los movimientos migratorios entre
ambos países produjeron, entre otros, dos fenómenos vinculados a la
gastronomía actual:
o Se popularizó el consumo de gin tonic. Los soldados británicos debían
combatir la malaria y la compañía Schweppes inventó la tónica, un
refresco de quinina muy amargo que era rebajado con una parte de
ginebra. Esta bebida alcohólica fue llevada a la India por los holandeses,
quienes comenzaron a destilarla en Bombay años atrás.
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o Los movimientos migratorios procedentes de Pakistán a partir de 1947
propiciaron el surgimiento de nuevas corrientes gastronómicas como el
de la cocina Balti.
PALABRAS CLAVE
Gastronomía, Reino Unido, Imperio Británico, British Empire, British Cuisine.
OBJETIVOS A ALCANZAR CON ESTA INVESTIGACIÓN
Los objetivos a alcanzar con esta investigación son:
– Divulgación de la cultura británica.
– Divulgación de la cultura gastronómica de Reino Unido.
– Divulgación de la historia del Imperio Británico ligado a ciertas peculiaridades
gastronómicas de Reino Unido.
METODOLOGÍA Y ESTRUCTURA DEL PROYECTO
La metodología a aplicar en este estudio es la cualitativa. Si bien existen un gran
número de estadísticas en torno a los movimientos migratorios acontecidos durante la
época del Imperio Británico, es importante tener en cuenta la naturaleza del estudio, que
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está centrado principalmente en conocer peculiaridades de la gastronomía británica y
cómo surgieron y evolucionaron.
Para la realización de este estudio la fuente principal de documentación empleada son
libros, siempre de procedencia anglosajona y en inglés. Ha sido necesaria una consulta
exhaustiva de datos históricos para el correcto desarrollo del trabajo. Asimismo se han
utilizado páginas web de organismos oficiales e información recabada en portales de
medios de comunicación como ha podido ser la de la BBC.
La estructura del estudio y del proyecto es la que sigue:
LA GASTRONOMÍA DE REINO UNIDO Y EL IMPERIO BRITÁNICO
– COMPAÑÍA BRITÁNICA DE LAS INDIAS ORIENTALES.
o Comercio de productos como la sal, la seda, el algodón, el opio y el
té.
§ EL TÉ. Cómo llegó a Reino Unido y cómo se popularizó su
consumo.
– INCORPORACIÓN DE LAS TIERRAS Y PROTECTORADOS DE LA INDIA
A LA CORONA DE LA REINA VICTORIA, EMPERATRIZ DE LA INDIA,
EN 1857. POSTERIOR INDEPENDENCIA DE LA INDIA Y PAKISTÁN EN
1947.
o Consumo de GIN TONIC por parte de los emigrantes británicos
residentes en la India para combatir la malaria. Schweppes inventa
la tónica (refresco de quinina) en 1873.
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o La independencia de Pakistán de la India en 1947 propició
movimientos migratorios hacia Reino Unido, y con ello el nacimiento
de la COCINA BALTI en la ciudad inglesa de Birmingham.
ESTUDIO
El té. Cómo llega a Reino Unido y cómo se democratiza su consumo
La Honorable Compañía Británica de las Indias Orientales, fundada en 1599, resultó
determinante para que productos como la sal, la seda, el algodón o el té llegasen hasta
Reino Unido. La historia de la Compañía resulta demasiado compleja como para
analizarla con detenimiento en este trabajo, así que nos centraremos en la relación
comercial que mantuvieron los ingleses con China en la época del imperio, así como los
establecimientos estratégicos en el Caribe y en la India.
Los europeos trataron de mantener relaciones comerciales con China desde que los
avances tecnológicos en el ámbito naval fueran lo suficientemente importantes como
para permitir realizar viajes largos. Se sabía entonces que China poseía algunos de los
productos más codiciados por las clases acomodadas. Los portugueses fueron los
primeros europeos en llegar a China, a comienzos del siglo XVI. Sus habilidades
persuasivas y diplomáticas, así como la represión que ejercieron sobre la piratería de la
zona les ayudaron a obtener ciertos derechos territoriales en Macao, allá por 1557. Más
tarde consiguieron hacerse con más enclaves estratégicos a lo largo de la costa hacia el
norte.
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La primera vez que los británicos trataron de llegar a China para establecer rutas
comerciales se produjo en 1596. La expedición viajó bajo el mando del capitán
Benjamin, pero nunca llegaron a su destino y se perdieron sin dejar rastro. No fue hasta
1637 cuando el capitán Weddell consiguió llegar a Cantón. Allí comenzaron las
primeras negociaciones con los comerciantes locales, realizadas en nombre de la
Compañía Británica de las Indias Orientales. Sin embargo, los funcionarios chinos se
opusieron a estas transacciones y les obligaron a salir del país sin materializar ninguna
operación.
La Compañía consiguió establecer un puesto comercial en Taiwán en 1672, diez años
después de la expulsión de la Compañía Alemana de la isla. Rápidamente se alcanzaron
acuerdos comerciales que permitieron viajes a Amoy, Chusan y Cantón. Con el cambio
de siglo, la base de operaciones de la Compañía se trasladó de Taiwán a Cantón y le fue
concedido el privilegio del monopolio sobre el comercio de las Indias Orientales
mediante un Decreto Real que estaría vigente hasta 1833.
A partir de 1700, la mayoría de comerciantes se establecieron en Catón, donde se
impusieron restricciones rígidas a través del Co-hong, una serie de intermediaros locales
que conformaban el único organismo reconocido tanto por los nativos como por los
extranjeros. Se trataban de los únicos comerciantes autorizados por las autoridades
chinas para llegar a acuerdos comerciales con los foráneos. Se responsabilizaron no sólo
de todos los negocios, sino también de sus deudas. Independientemente de su riqueza,
los mercaderes habían sido tradicionalmente repudiados por los mandarines, así que los
hongs no pudieron disfrutar del privilegio de sus relaciones con los europeos. Además,
los comerciantes se veían obligados a pagar una enorme suma de dinero en concepto de
aranceles.
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Richard Wickham fue la primera persona que dejó escrita una referencia relativa al té en
una carta dirigida a los comerciantes de Macao en 1615, que reza de la siguiente
manera: “Ofrézcanme una taza de su mejor variedad de chaw”. Fue él quien dirigió la
delegación de la Compañía de las Indias Orientales en Firando, Japón. En 1625, Samuel
Purchas menciona el chia, en su ‘Purchas His Pilgrimes’: “Utilizan la cantidad que
pudiera caber en una cáscara de nuez, en una taza de porcelana y lo beben con agua
caliente”. Peter Mundy lo vio en Fukien, en 1637, y se refirió a él como chaa. Lo
describe como “solo agua con un tipo de hierba específica hervida en ella”. Los
comerciantes de Londres investigaron sobre el té y redactaron textos sobre él. Uno de
ellos, datado en 1641, recoge cómo un párroco italiano lo describe como “el denso licor
caliente procedente de una hierba llamada Chia”. Años más tarde, en 1659, Daniel
Sheldon, sobrino del arcipreste de Canterbury, mostró interés en “estudiar la divinidad
de esa hierba, hoja, o lo que quiera que sea”. Se propuso, incluso, viajar a Japón y a
China para conseguirlo. La financiación del viaje no supuso ningún problema dada la
cómoda posición económica de su tío.
Las primeras cafeterías de Reino Unido se establecieron en Oxford y Londres allá por
1650. El té fue incluido en una carta de productos y precios en 1657 por Thomas
Garraway en su ‘coffee house’ en Charge Alley, Londres. Garraway pensó que tenía que
deshacerse de parte del stock que adquirió tiempo atrás de esa misteriosa bebida, así que
promovió su consumo a través de anuncios publicitarios. El 30 de septiembre de 1658
publicó un anuncio en la revista semanal Mercurius Politicus promocionando las
bondades del té. Se trata de la primera publicidad de una mercancía en una revista en
Londres. Rezaba de la siguiente manera: “That Excellence, and by the Physicians
approved, China drink, called by the Chinese, Tcha, by other nations Tay alias Tee…
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sold at the Sultaness-head, ye Cophee-house in Sweetings-Rents, by the Royal
Exchange, London”; traducido como: “La excelente bebida aprobada por los médicos y
traída de China, a la que los lugareños llaman Tcha y en otras naciones conocida como
Tay o Tee, vendida en The Sultaness-head, tu coffee house en Sweetings-Rents,
Londres”.
El té comenzó a hacerse popular entre la clase acomodada. Esto, sumado a la compleja
logística que suponía la importación de este producto, encareció su precio. El kilo llegó
a costar casi siete libras esterlinas. Para justificar este precio se alegó a los beneficios
que el té reportaba a la salud: “cuerpo activo y lustroso, activos rejuvenecedores, bueno
para el bazo, así como para los cólicos de riñón y aún mejor si se consume con miel en
lugar de azúcar”.
Dada la implicación de Portugal en los primeros pasos de la importación del té
procedente de Holanda, no resulta sorprendente que se convirtiera en una bebida
popular en los círculos de influencia portugueses. En 1660 la Compañía Británica de las
Indias Orientales se presentó al recién coronado Carlos II con dos libras y dos onzas de
té enviado desde Portugal. Dos años más tarde su reina, Catalina de Braganza, afianzó
su popularidad entre las clases nobles dejándose ver bebiendo esta infusión. Fue el
propio Carlos quien la convenció; él había vivido durante cierto tiempo en Holanda,
donde el consumo de té ya se había democratizado. El té de Catalina de Braganza llegó
en cofres y fue parte de la dote que le entregó su padre, el rey Juan IV. Una parte viajó
en los barcos de las expediciones portuguesas para poder ser entregados como productos
de lujo, otra parte se regaló y hubo una cantidad destinada a pagar las deudas del rey
Carlos. El té era considerado un regalo valioso y contaba con la aprobación y la estima
de las clases acomodadas.
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La llegada del té a Reino Unido fue documentada por la ensayista americana Agnes
Repplier en su texto ‘To Think of Tea’, de 1931. “El té llegó como un libertador a una
tierra llamada a la liberación; una tierra de terneras y licor, de grandes banquetes y
grandes bebedores; de cielos grises y vientos fuertes; de hombres y mujeres de nervio
templado. Pero, sobre todo, una tierra de hogares protegidos y chimeneas que esperan
las burbujas de la tetera y la fragancia del té”. Este fragmento del texto de Repplier hace
evidente la importancia social del té: Catalina de Braganza lo puso de moda y dio a los
británicos nuevas alternativas a las bebidas de aquel tiempo en el que la popularidad la
copaban los licores y el vino.
La generalización del consumo comenzó con las amas de casa; eran ellas las encargadas
de preparar el té, que comenzó a consumirse en los hogares como continuación de la
cena, a modo de digestivo. Aunque el número de hombres que lo tomaban era creciente,
hubo detractores como Henry Savile, quien denominó a sus amigos consumidores como
“aquellos que piden té en lugar de pipas y botellas tras la cena, una práctica indigna
procedente de India”.
El apoyo de Catalina de Braganza al té fue tan importante como el de la Compañía
Británica de las Indias Orientales, pues su monopolio sobre el té chino garantizaba su
comercio, por entonces al alza, y un mercadeo en Londres en el que los beneficios
estaban garantizados. Esta circunstancia, sumada a la exclusión de Reino Unido de la
comercialización de café procedente de la zona mediterránea a consecuencia de las
guerras con España y Francia, configuró a este país en torno al té mientras el resto de
Europa se rendía a las bondades del café.
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El gintonic. Su uso como medicamento contra la malaria en La India
Otra de las bebidas determinantes para la configuración de la cultura gastronómica
británica es la ginebra. La primera referencia de este destilado data de 1623 y alude a
Philip Massinger, duque de Milán, como su inventor. Aún así, la mayoría de los
investigadores señalan al doctor Silvio de Bourne, holandés, como inventor de la receta
de la ginebra tal y como la conocemos en la actualidad. Su consumo por aquel entonces
no tenía más finalidad que la médica, pues se indicaba para el tratamiento del dolor de
estómago o para calmar los cólicos biliares.
El reinado de Guillermo de Orange, aristócrata holandés que accedió a las coronas de
Inglaterra, Irlanda y Escocia tras la Revolución Gloriosa, propició que este destilado se
comercializara en las Islas Británicas con cierta celeridad. Además, su bajo precio hizo
que se convirtiera en una bebida muy popular, pero con el paso de los años se controló
su consumo con subidas de precio que hicieron de la ginebra una bebida accesible solo
para la clase adinerada en el siglo XIX.
La corona británica se hizo cargo del gobierno de la India en 1857, por lo que se
produjo un éxodo hacia estas tierras desde Reino Unido. La lucha contra enfermedades
como la malaria o el escorbuto se convirtió en algo habitual en los emigrantes, pues
estas afecciones proliferaban en lugares que contaban con un clima tropical como es el
caso de la India.
Alrededor de 1640 se descubrió que la quinina, el extracto de un árbol procedente de
Sudamérica e ingrediente principal de la tónica, era un remedio eficaz para la cura y la
prevención de la malaria. Así pues, en 1873, la empresa Schweppes fue la encargada de
inventar la tónica cuyo sabor era, por aquel entonces, mucho más amargo y áspero de
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como la conocemos hoy en día. La bebida fue llevada a la India y se comercializó como
brebaje medicinal, enfocando su consumo exclusivamente a fines curativos.
Para mitigar la desagradable sensación que dejaba esta bebida, los británicos
comenzaron a mezclar la tónica con ginebra. A este combinado también resultaba
habitual incorporar azúcar, hielos y cítricos para regular la amargura de la quinina y
convertir el medicamento en una bebida agradable al paladar. Además, el uso de la lima
también frenaba el escorbuto.
Por aquel entonces la ginebra elegida por los británicos residentes en la India para
preparar sus gintonics era la destilada en la ciudad de Bombai. En este hecho se inspira
la marca Bombay Shapphire, fundada en 1987, cuyo nombre hace referencia a la ciudad
que colaboró en la popularización del consumo de este combinado. De hecho, el escudo
que luce en la botella de color azul es un homenaje a la Reina Victoria, encargada de
incorporar los protectorados ingleses en la India a la corona británica en 1857.
La cocina balti. Historia, origen, evolución y actualidad
Aquel mismo año tuvo lugar la Rebelión de la India, que dio comienzo con el Motín de
los Cipayos. Los soldados indios contratados e instruidos por la propia Compañía
Británica de las Indias Orientales comenzaron una revuelta motivada por razones
religiosas: el uso de grasa de cerdo (animal impuro para los musulmanes) y de vaca
(animal sagrado para los hindús) en la munición de un nuevo rifle que debían usar estos
policías. La munición debía ser rasgada con los dientes para poder ser usada, lo que
resultaba absolutamente ofensivo para los cipayos. Los soldados británicos aseguraron
que la grasa no era de procedencia animal y consiguieron que el envoltorio pudiera ser
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rasgado con la mano, pero el rumor ya circulaba entre las filas indias. Esto generó una
serie de revueltas y escaramuzas que provocaron un dominio más férreo de la Compañía
en la zona y el nombramiento de la Reina Victoria I como emperatriz de la India. Para
contentar a los locales, los británicos incluyeron a indios pertenecientes a las castas altas
como integrantes del gobierno. Este conflicto no fue más que el comienzo de una serie
de guerras internas que terminarían en la descolonización.
La independencia de la India del Imperio Británico no se produjo hasta 1947, y dos años
más tarde se convirtió en una república federal integrante de la Commonwealth.
Por aquel entonces la India era un enorme compendio de regiones que, años más tarde,
se independizarían hasta configurar el continente asiático tal y como lo conocemos hoy
en día. Es el caso de Pakistán, que obtuvo su independencia de la India el 15 de agosto
de 1947. En este territorio vivían un gran número de musulmanes, que decidieron
formar un estado separado de los hindús y conformar un gobierno islámico. Su
desvinculación resultó difícil dada la estrecha relación que habían mantenido
históricamente y el complejo trabajo que supuso el trazado de sus fronteras.
Reino Unido y Pakistán mantienen una estrecha relación desde la época del imperio. A
modo de ejemplo, durante la Segunda Guerra Mundial la industria británica vio
menguada su mano de obra con la marcha de sus trabajadores a defender a su país como
soldados y fueron los marineros pakistaníes quienes ocuparon sus puestos en las
fábricas, permitiendo mantener su actividad mientras duró la contienda.
Este vínculo histórico propició oleadas migratorias de pakistaníes hacia Reino Unido,
un país del que ya conocían su lengua y que necesitaba mano de obra barata para reparar
los desastres ocasionados por la guerra. Ya en 1961 se contabilizaban 35.000
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pakistaníes viviendo en las Islas Británicas en situación regular. En 2011, de los
5.500.000 migrantes que vivían fuera de Pakistán, 1.200.000 lo hacían en Reino Unido
(20%), los mismos que en Estados Unidos.
El mayor asentamiento de pakistanís en Reino Unido se halla en Londres (224.000) y el
segundo está establecido en la ciudad de Birminghan (140.000). Sin embargo, el
porcentaje sobre la población total en la capital británica no llega al 3%, mientras que en
Birminghan supone casi el 14% de la población, lo que lo convierte en el principal
núcleo de esta nacionalidad en Reino Unido.
Con la llegada de los pakistanís a Birminghan en la década de los setenta se produjo una
verdadera revolución demográfica y gastronómica. Restablecida la economía y el
sistema productivo tras la Segunda Guerra Mundial, los puestos de trabajo se mostraron
insuficientes ante una población cada vez más numerosa. Al escasear el empleo, los
migrantes tomaron la iniciativa y decidieron fundar restaurantes por la ciudad. En ellos
mostraron a los locales las bondades de su cocina y los llegados de Asia pudieron
recordar sus raíces culinarias. Fue así como nació la cocina balti, una corriente
gastronómica en sí misma.
Para que un plato sea considerado balti debe cumplir estos cinco requisitos:
– Si se cocina con carne ésta debe estar separada del hueso, es decir, se cocina
desmigada o troceada.
– Se debe cocinar a alta temperatura en un “balti”, el tipo de olla que se usa en
esta cocina y que le da nombre (al igual que sucede con el wok).
– La grasa a utilizar debe ser siempre aceite de procedencia vegetal.
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– Siempre deben usarse especias secas de reciente elaboración en lugar de los
curris pre-mezclados que se comercializan.
– La comida debe ser servida en el propio balti, y siempre acompañado de pan
naan.
Cuando los pakistaníes se establecieron en Birminghan trajeron consigo su método
tradicional de cocinar, que usaron en sus restaurantes. Por aquel entonces cocinaban la
carne del pollo, la ternera o el cordero con los huesos, y usaban de manera indistinta el
aceite de búfala o de pescado, así como las mezclas de especias ya preparadas. Pero este
método de cocina requería mucho más tiempo del que podían permitirse, llegando a
prolongarse la elaboración de algunos platos hasta 45 minutos.
Estos locales comenzaron a ser frecuentados por no pakistaníes. Los dueños de los
restaurantes notaron que sus nuevos clientes estaban descontentos con las largas esperas
que requería ir allí a comer y en función de esta necesidad se establecieron tres
adaptaciones: la carne se cortaría y separaría del hueso con antelación para permitir que
se cocinara en menor tiempo; se precisaba cocinar a altas temperaturas para acortar los
tiempos en el fuego y, finalmente, contactaron con una fabricante de acero local para
que les proporcionara ollas de este material, de unos 22 centímetros de diámetro y de
nombre balti, que permitiría cocinar a mayor temperatura y en menos tiempo y que
propiciaría que los recipientes de cocinado tradicionales, como el haandi fabricado en
cerámica o el karahi de hierro, quedaran desterrados por su poca funcionalidad para las
necesidades del momento.
La etimología de la palabra balti se remonta al portugués. Los portugueses llevaron su
lengua hasta la India en el siglo XV, donde incluso los locales usaban la palabra “balde”
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(la misma que en castellano) para referirse a grandes recipientes o contenedores. Con la
invención de la olla típica de este tipo de cocina se adapta el vocablo al uso no solo del
recipiente, sino también del estilo de cocina en general.
Volviendo a la historia de la cocina balti, su sabor y frescura cautivaron rápidamente el
gusto y la atención de los autóctonos. Comer en las ‘balti houses’ resultaba un plan
perfecto para los británicos: cocina deliciosa en locales en los que no se permitía vender
alcohol, pero sí que los comensales llevaran sus propias bebidas, con el consiguiente
ahorro que suponía. El estilo de estos restaurantes era, además, muy informal, pues en
ellos se servía la comida directamente en los baltis en mesas de cristal desnudas, sin
delantal.
El cocinado a alta temperatura con exposición directa de la llama supuso nuevas
evoluciones. Fue necesario sustituir la grasa de búfala por aceites vegetales, pues estos
soportan mejor las temperaturas más extremas y se queman con menos facilidad (tiene
una tolerancia al calor superior a los 250ºC mientras que la grasa animal mencionada
soporta entre 190ºC y 240ºC, pero en ningún caso más). Esta grasa se solidifica al
enfriarse, por lo que resultaba muy desagradable comprobar que había una capa
grasienta al fondo del plato cuando se iba a mojar pan naan. Además, los clientes
occidentales también mostraron su preferencia sobre el aceite vegetal al ser más limpio
y saludable que la grasa animal. La otra peculiaridad de la cocina balti en comparación
con otros platos clásicos de curry es el uso de especias y hierbas en lugar de las mezclas
ya preparadas, las pastas y los polvos que suelen utilizar ciertos restaurantes de cocina
india.
Gracias a que el acero se enfría con mucha rapidez, la comida puede servirse
directamente sobre el balti, y evita que se enfríe al servirla en otro tipo de recipientes
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como pudieran ser bandejas metálicas. También implica que todos los sabores se
queden concentrados dentro de una misma olla, lo que nos conduce a otro aspecto
relevante de esta cocina: la ausencia de cubiertos. El pan naan es usado para ir
recogiendo la comida y la salsa hasta que el balti quede prácticamente limpio. Además,
el arroz nunca se sirve con el balti, pues en la cocina de la Cachemira pakistaní es
consumida como entrante y no como acompañamiento del plato principal.
Los baltis tradicionales son los de pollo, cordero, pescado y verdura. La ternera se ha
introducido más recientemente como una variante y alternativa al cordero. Su
preparación consiste en cortar cebollas y verterlas al aceite ya caliente. Además, se
añaden jengibre y puré de ajo, así como una pequeña cantidad de lo que es denominado
como “restaurant sauce”. Cada local balti prepara con antelación su salsa y es única en
cada ‘balti house’; sus recetas se guardan con recelo y se transmiten generación tras
generación. Suele incluir una base de cebolla, ajo, jengibre, cúrcuma, sal y garam
masala. Otros ingredientes como el cardamomo, la corteza de cassia o el clavo de olor
pueden incluirse o no según la tradición del local. La salsa se cocina lentamente durante
un periodo de tiempo largo para asegurar que su consistencia sea líquida y suave. Como
ya se ha citado con anterioridad, el uso de pastas de curry preparadas o mezclas de
especias no está permitido. El empleo de especias por separado garantiza que el sabor
del balti conserve su integridad, pues contribuyen a que el sabor no se identifique como
curry, sino que tenga identidad propia.
La carne deshuesada, el pescado o la verdura se añaden a la olla y se cocina a fuego
fuerte. Otras especias como el comino o el fenogreco han de ser añadidas en la última
etapa de la elaboración y siempre a criterio del cocinero. Algunos restaurantes también
usan tomate triturado o en pasta.
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A la hora de servir se esparce por encima cilantro fresco recién cortado y la olla se lleva
directamente a la mesa. Es acompañado con pan naan, generalmente de grandes
proporciones. Este pan plano se cuece al horno y está hecho de harina, sal, levadura seca
y una pequeña proporción de yogur. Como entrantes suelen servirse cebollas bhajis
(especiadas con cilantro y comino, rebozadas y fritas), poppadoms (tortas fritas con
comino y ajo), samosas y salsas para mojar.
La cocina balti es considerada genuinamente británica y en ningún caso aparecen
recetas de este tipo de cocina en libros de gastronomía india o pakistaní. Su éxito
propició que surgieran un gran número de restaurantes en el denominado ‘Balti
Triangle’, al sureste del centro de Birmingham. Se trata de una zona acotada por tres
calles que forman entre sí la mencionada forma geométrica, y en él se aglomeran más de
cincuenta restaurantes y puestos de take away que aseguran ser fieles a las normas
establecidas de este tipo de cocina. Siendo estrictos, apenas una docena de ellos podrían
presumir de elaborar verdadera cocina balti.
CONCLUSIONES FINALES AL ESTUDIO REALIZADO
El objeto de este trabajo era constatar que ciertos acontecimientos históricos relativos al
Imperio Británico incidieron en la configuración de la gastronomía de Reino Unido tal y
como la conocemos hoy en día. Una labor investigadora a la que se debe añadir la
intención de divulgar la cultura culinaria británica y, en especial, de algunas de sus
peculiaridades gastronómicas.
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Para ello ha sido imprescindible una intensa labor de documentación, insistiendo en la
búsqueda de la bibliografía adecuada y de los estudios específicos que permitieran
recabar los datos necesarios para su elaboración y para dar solidez a estas conclusiones.
Teniendo en cuenta estas premisas, es más que evidente la estrecha vinculación entre el
desarrollo del Imperio Británico y la gastronomía actual de Reino Unido, como lo
demuestran los tres fenómenos analizados: el té, capaz incluso de marcar una de las
tradiciones más ‘British’; el gintonic, un ejemplo de cómo la lucha contra la enfermedad
en un país tropical acaba convirtiéndose en un icono de consumo; y la cocina balti, el
desarrollo en la Isla de unas especifidades culinarias de la otra parte del mundo, fruto de
las inmigraciones herederas de la colonización, hasta hacerse original. Sin el Imperio,
sin su trasvase de gentes, productos y culturas, nada de ello habría sido posible. Las
peculiaridades alimentarias de Reino Unido están influenciadas por su historia y, como
la de todos los países que se convirtieron en imperios oceánicos, se han enriquecido de
la experiencia. Podemos afirmar, por tanto, que los momentos históricos y
acontecimientos concretos que han sido objeto de este trabajo, asentados en los siglos
de vigencia imperial, son la razón de que el consumo del té, el gintonic o la cocina balti
sean una realidad consolidada en Reino Unido.
Esta investigación tiene como seña de identidad su carácter divulgativo. En castellano
existen suficientes documentos históricos y bibliografía que narren con precisión los
aconteceres del Imperio Británico, pero escasean los trabajos y libros que describen
cómo evolucionó la gastronomía bajo su paraguas o cómo influyó en los hábitos de
consumo de la población británica. Ha resultado más sencillo encontrar documentación
en inglés que demostrara, efectivamente, que la expansión de Reino Unido a lo largo y
ancho del globo propició nuevas formas de entender la gastronomía patria, incluida la
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evolución de la propia tradición culinaria británica, en función de otros productos y
cocinas importados de Asia y de las colonias. De este estudio se puede deducir que la
gastronomía británica actual, sin ser una consecuencia directa del Imperio ni poder
reducirse a su influencia, no se entendería en muchos de sus aspectos sin el devenir de
la historia y, en especial, de su historia imperial. Una evolución que continúa en el
presente con la aportación de los ciudadanos de la Commonwealth, la comunidad
planetaria derivada del Imperio Británico, que aportan de manera continua sus
tradiciones, especias, productos y técnicas culinarias al país. Una gastronomía que en
buena medida es un crisol de civilizaciones, algo explicable en un mundo globalizado e
interconectado como el presente, pero que el Imperio Británico, con sus barcos y sus
mercaderes, hizo posible anticipadamente.
Considero, para finalizar, que este trabajo puede resultar interesante como
documentación y bibliografía para quien desee profundizar aún más en un tema tan
apasionante como la relación entre historia y gastronomía o para quien, simplemente,
quiera comprender y conocer los aspectos aquí descritos e investigados.
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