El suelo empedrado de Praga se cubre de nieve frecuentemente entre los meses de noviembre y marzo, pero la tradición de la comida callejera no desaparece por eso, sino todo lo contrario. La oferta para esos meses se basa, por lo general, en platos típicos checos y de países cercanos, todos ellos sabrosos y altos en calorías, y algunas curiosas bebidas calientes que pueden ayudar fácilmente a que nuestro estómago entre en calor. Pasear entre la avenida que va de Mustek hasta Muzeum, en pleno centro de la urbe, con puestos de comida callejera en ambos lados, es una experiencia inolvidable.
Es fácil percibir, tras unos días en la ciudad, que es habitual y muy típico que la gente coma en la calle. Para ello incluso se disponen algunas mesas alrededor de los puestos en las plazas principales, en las que no solo los turistas, sino también muchos praguenses disfrutan de algunas de las especialidades típicas de su cocina.
Entre las bebidas calientes más comunes y tradicionales encontramos Svarak (vino caliente) y Medovina (licor de miel). El Svarak está hecho a base de vino tinto, alguna fruta cítrica (frecuentemente la naranja), edulcorante y especias. Es una bebida popular muy caliente que se consume durante los meses de frío. Una buena opción para calentarse las manos mientras se pasea por el centro de Praga. Es fácil encontrarlo en puestos que los restaurantes sacan a la calle para vender vasos de Svarak.
El tradicional asado de cerdo también tiene protagonismo dentro de la comida callejera de la ciudad. Se suele vender el jamón asado en finas tiras al peso. Por la tradición alemana también hay disponibles multitud de salchichas, de diferentes variedades, que se sirven, habitualmente en forma de hotdog.
El langoše es otro de los grandes platos que podemos encontrar en las calles de Praga. Se trata de una especialidad húngara, un pan frito, plano y redondo, hecho con una masa de harina o de levadura fresca. El que sirven cerca de Mustek está untado con ajo y con queso rallado y ketchup por encima. Toda una delicia no light para mantener la temperatura corporal.
Si nos adentramos en los dulces, probar el Trdelník es imprescindible. Una parada obligada en el recorrido culinario de la ciudad. El Trdelník es un pastel típico de la cocina eslovaca y, sin duda, uno de los dulces más populares de Praga. Se puede encontrar en los puestos de Mustek, al final de la plaza Muzeum, por alrededor de 50 coronas checas (dos euros). La masa es de harina y se enrolla en un pincho de madera en el que se asa a fuego lento al tiempo que rota sobre sí mismo. Queda un pastel cilíndrico con un agujero en su interior con un ligero aroma a canela. Es bastante parecido a los típicos churros españoles.
También son muy comunes las galletas de jengibre y canela (o pan de jengibre, Perník), sobre todo en la época navideña. Las hay de muy diversos tamaños y formas. Mucha gente lo recibe como regalo navideño y no se lo come, sino que lo cuelga en pared o lo coloca en su casa como recuerdo y decoración. Esto se debe a que el pan de jengibre está decorado con tanto mimo (habitualmente con glaseado blanco) que muchas veces da pena comérselo.
Aunque parezca casi imposible comer en el exterior con la temperatura rondando los cero grados, puedo asegurar que es fácil habituarse a una tradición tan deliciosa y para cualquier curioso o aficionado de la gastronomía no hay forma de resistirse a probar toda la oferta gastronómica callejera. ¡El frío se lleva mucho mejor si es con un Trdelník recién hecho entre las manos!
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