El lenguaje especializado es fundamental para hablar con claridad, precisión y belleza de la gastronomía. Sin embargo, es fácil dar «gato por liebre» y repetir palabras vacías y tópicos con las que se crea un lenguaje hecho a medida de «gastroimpostores», tal y como Curro Lucas, profesor de The Foodie Studies los denomina.
Algunas de las frases, giros o tópicos que encubren la ignorancia de quien los enuncia son:
● Capaz de satisfacer a los paladares más exigentes
● Un rincón mágico
● Un marco incomparable
● Atmósfera acogedora
● El mejor ambiente
● No dejará a nadie indiferente
● Innovadoras propuestas gastronómicas
● Aúna tradición y modernidad
Además, este lenguaje «gastroimpostor» abusa de la palabra «paladar», utiliza «catar» en lugar de «probar» y usa hasta la extenuación la fórmula “cocina en miniatura” en lugar de hablar de “tapas” o «pinchos». Además, al «gastroimpostor» le gusta hacer un uso indiscriminado de la palabra «caldo» como sinónimo de vino, algo que gran parte de los periodistas del vino aborrecen.