Me acerco al arte en busca de respuestas, pero siempre me encuentro con más preguntas. Estos días en Madrid se sucedieron encuentros de galeristas, artistas, coleccionistas, aficionados y apasionados en ferias como Arco, ArtMadrid, UrvanityHybrid. 

Un esqueleto en el suelo rodeado de cucharas como su aura y unas ollas metálicas que miran impenetrables me llevan a pensar en el objeto y también en la herramienta y en la cocina, en la gastronomía como arqueología, como mensaje último del Arte durante un periodo distópico que anticipa el final, al menos, de una era.

Osias Yanov en Arco.

Abro los ojos a un cuadro. Textura cremosa, flores entre la transparencia, como un postre del mejor Quique Dacosta. Solo un detalle rompe la visión más amable. Entre la belleza de colores y flores, botones. La galerista (Daniel Faria Gallery) me explica la obra de Iris Häussler. Inmortaliza lo querido entre cera pura de abeja. Ese cuadro era una blusa de la prima de su padre. Siempre en la cocina.

Unos ojos que beben cerveza me miran desde una composición fotográfica. Me emborracho y me mata no recordar su nombre. 

Sigo dando vueltas y en medio escucho: “Es precioso” (es un galerista), miro y veo caras que parecen chiste pero que sé que se irán degradando recordando la esencia del bodegón. Fugacidad. Carpe diem. 

Olaf Breuning en Arco. Foto: Ariadna Acosta.

El bodegón, siempre. Con fotografías montadas sobre lienzo (Cruz Novillo, “Diafragma pentafónico. Still life for Cézanne”); fotografías montadas en aluminio (Alessandra Spranzi, “Sul tavolo”) y en fotografías potentes como las de Alessandra Spranzi que tanto me recuerdan al del también presente Tillmans.

Ana Roldán en Arco. Foto: Ariadna Acosta.

Del bodegón se sale la fruta.Y para Ana Roldán, junto a un hueso a un puño cerrado, son símbolo y manifiesto. Y entre conservas, las manos de una hecatombe zombi («Nobody knows Philomena told me this», Miguel Ángel Gagüeca) junto a un rosario de cabezas como chorizos (también de Gagüeca).

Miguel Ángel Gagüeca en Arco.

Sin copa a la que aferrarme, me apoyo en la charla del que siempre escucha. Anda delgado, con la cabeza pesada. Y me pregunto: ¿Qué pasaría si las verduras tuvieran la misma dimensión que los humanos?

Luca Francesconi en Arco. Foto: Ariadna Acosta.

 

En Art Madrid me encuentro con el Universo sobre la mesa mientras nos comemos el mundo de Miguel Vallinas. Mantel de cuadros que no falte. Y unas hamburguesas de colores de Fidia Falaschetti hacen feliz al más pequeño, mientras que un cuadro de Miguel Piñeiro me lleva a recordar la mantequilla de aceite de oliva de Paco Roncero. Qué fina línea entre lo que se ve, lo que se come.

Miguel Vallinas en ArtMadrid.

Y de símbolos pop está llena Urvanity, que este año apostó por tener como pieza fuerte a un Mickey carroñero a dos carrillos sobre un dinosaurio de Laurence Vallières.

Laurence Vallières en Urvanity.

Hybrid es la feria más íntima y la que dio la foto más extraña que jamás haya tenido (Gracias Ariadna Acosta). Escucho a un tipo que me habla desde la ducha alzando sus mano. Estoy sentada en la taza del váter. Mucha gente nos rodea (no se vé, pero imposible no recordar el silencio). Velcha Velchev tenía una historia que contar. Arte en contexto. Pero el flechazo vino antes. Justo al ver una de sus obras. Colgando del tubo de la cortina del baño una cuerda anudada. A su lado, un manual de cómo hacer el nudo. La risa estalló. Humor negro del fino. Imposible no asociarla al microrrelato Café.

Del negro al color más estridente. En otra habitación del Petit Palace la artista griega Mima Razelou saca los colores del lienzo para convertirlos en comida imposible de masticar (macarons, cupcakes, píldoras). Entre verdes y rojos de plásticos, Antonio Pérez, muestra la «Nueva ictiología contemporánea» y de vuelta a la píldora, la galería coruñesa La Doce nos metía en su país de las maravillas con las criaturas marinas de Abi Castillo.

Mima Razelou en Hybrid. Foto: Ariadna Acosta.

Realidad aumentada, 3 D, poesía que se sale del verso y se convierte luz en las oscuridad, habitaciones en las que nada pasa y solo la observación te lleva al guiño y provocación de lo conceptual (anacardo que es o no en un armario de perfettipietro). Música, imágenes. Y otra cerveza más.

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