Aportación para el II Congreso de Comunicación y Periodismo Gastronómico. Revolución humana de la gastronomía

Título: A quienes minimizan el machismo en la gastronomía

Por Carmen Alcaraz del Blanco

Resumen

Este fue un artículo incluido en a web Playground el 24 de enero de 2018, año en el que por primera vez se saca el tema del machismo y la violencia de género en las cocinas en España. El artículo actualmente no se puede encontrar en el website original en el que fue publicado, motivo por el que se reproduce a continuación.

Palabras clave: Machismo, violencia de género, gastronomía

Analizar el machismo en la gastronomía no es fácil porque nos enfrentamos a una cuestión poliédrica: existen tantos lados como personas y tantas aristas como circunstancias. Debo confesar que los nervios y el desconcierto se han apoderado de mí cuando he oído a profesionales de la restauración minimizar la presencia de tal lacra en el sector. Prefiero pensar que es fruto de una generalización apresurada y no de un posicionamiento cínico; es decir, se incurre en la clásica falacia de muestra sesgada: a partir de un caso particular (el suyo), concluyen de forma errónea con la parte por el todo. Tal posicionamiento también les llevaría a afirmar que la esclavitud o el ébola no existen, puesto que no se han manifestado en sus restaurantes, oficinas o domicilios. Sin ánimo de polemizar, sino de reflexionar, me gustaría brindar un poco más de luz sobre el asunto.

Es innegable que las estadounidenses han sido las primeras en llevar el gran tabú de la restauración a los tabloides, motivando a establecimientos, cadenas de televisión y/o marcas comerciales a prescindir de los presuntos chefs y empresarios involucrados. Algunos medios especializados ya incluyen “sexual misconduct” entre sus categorías, como la mayúscula e internacional Eater, que desde octubre ofrece una cobertura actualizada de cada una de las acusaciones públicas emitidas. Sin embargo, más allá de lo que ha llegado a ser titular, existen cifras que muestran el tamaño del problema. Según la Comisión para la Igualdad de Oportunidades en el Empleo (U.S. Equal Employment Opportunity Commission), entre 2005 y 2015 se emitieron 85.257 denuncias por acoso sexual en el trabajo, de estos cargos se conoce la mitad de las industrias procedentes y, atención, ¿quién ocupa el primer puesto? Exacto: la hostelería. 

¿Es España diferente? Veamos, el pasado trimestre pudimos leer en la web de La Ser que “2.484 mujeres denunciaron haber sufrido acoso sexual en sus puestos de trabajo y en sus empresas entre los años 2008 y 2015. Pero de ese número, los juzgados solo condenaron a 49 personas.” 2.484 es el mínimo, claro, porque son muchas, muchísimas las mujeres que por miedo a la represalia prefieren no acudir a la policía, tal y como apuntan diferentes organismos y sindicatos. En este país carecemos de estadísticas especializadas y actualizadas sobre cifras y sectores, pero igual que sucede en EEUU, también el sector hostelero ocupa el primer lugar, un dato recopilado por la Prof. Cristina Cuenca Piqueras en su monográfico “El acoso sexual: Un aspecto olvidado de la violencia de género” (2017). Quizá no sepamos con exactitud la magnitud del perjuicio, pero es innegable que el machismo sí existe en la gastronomía española. 

¿Pero de qué hablamos cuando hablamos de machismo? Tomemos el acuerdo laboral de la hostelería, su texto es suficientemente específico y contempla medidas y protocolos formales. En él se encuentran las definiciones de acoso sexual y acoso de razón sexual, definiéndose ambos como cualquier comportamiento, verbal o físico, de naturaleza sexual o de género que tenga el propósito o produzca el efecto de atentar contra la dignidad de una persona, en particular cuando se crea un entorno intimidatorio, degradante u ofensivo. El acoso sexual conlleva un componente físico basado en el chantaje, mientras que el acoso de razón sexual atañe a la creación de un ambiente incómodo, hostil y humillante. No está de más recordarlo para aquellos que ignoran las fronteras de su particular humor o posición. 

El acoso de razón sexual es el más desconocido por parecer (sólo parecer) el más opaco, el más intangible, el menos demostrable. Es tu palabra contra la mía. Es la situación que te impide disfrutar de tu trabajo. Es cada una de las bromas fuera de tono. Es la impotencia ante una persona que a solas no se comporta contigo de la misma forma que cuando estáis acompañados. Es esa mirada, esa actitud condescendiente, ese comentario al margen. Es que mientan sobre ti o te echen porque no quisiste cruzar esa línea. Es la cosificación del cuerpo femenino. Es la división de tareas según la genitalia y no la habilidad. Pero también es el que se aplaudan y se rían artículos donde se ponga en duda que las mujeres podamos disfrutar de cierta comida. Es cada lista de cocineras, inconcebible si cambiáramos el género de la publicación, pero que calma la conciencia de ciertos editores cuando se acerca el 8M. Es cada uno de los índices de libros de historia donde la mère Brazier está sola, si es que llega a estar. Es el que a ti no te den a probar el vino o te entreguen la cuenta. Es el defender que los hombres son los de la creación y las mujeres las de la tradición. Y, sobre todo, el mayor triunfo del acoso de razón sexual es que una mujer niegue la existencia de machismo en la gastronomía.

Como apunte final, señalar que caeríamos en otra falacia si habláramos de la gastronomía sólo como hostelería, porque en realidad es una categoría que engloba diversas industrias económicas y manifestaciones culturales. La gastronomía es un gran contenedor que abraza a todos aquellos trabajadores que tenemos como objeto final la comida y sus periferias. Agricultores, periodistas, vendedores, sumilleres, nutricionistas, ganaderos, cocineros, profesores, camareros, personal de limpieza, administrativos, historiadores y un sinfín de oficios construyen diariamente este área. También aquellos que sin trabajar en ella, la sustentan: el cliente, el comensal, el lector. Quitémonos la venda, señalemos cada intimidación y dejemos de alimentar el miedo. 

*La foto que acompaña este texto forma parte de un proyecto artístico de Ariadna Acosta y no tiene relación directa con el texto aportado. The Foodie Studies.