Por Eva Sánchez Labrado

¿Oído? Ellas, la voz de la gastronomía es un documental dirigido por la periodista Sara Cucala —recientemente estrenado en RTVE—que muestra la realidad de un sector marcado por el machismo sistémico y que ha invisibilizado la figura de la mujer cuya tradición histórica ha estado siempre ligada a la gastronomía. Un menú de declaraciones de 15 grandes referentes femeninos de nuestro país, que dan voz a la mujer en el mundo del periodismo gastronómico, la sumillería, la enología, la sala y la cocina.

Voces cabreadas, como la de la enóloga Sara Pérez, para quien «hay que buscar en ese lugar en el que las mujeres hemos buscando siempre y en donde no hay expectativa»; voces que susurran como la de Elena Arzak; voces que no se oyeron suficientemente, como la de la periodista y una de las primeras críticas gastronómicas Ana Lorente; o voces que se impusieron, como la de la enóloga María Isabel Mijares.

El documental repasa algunos momentos clave en los que la mujer aparece vinculada al mundo gastronómico. Así, en la década de los 60 se emite el primer programa de cocina en la televisión española, Vamos a la Mesa, presentado por Maruja Callaved, un programa donde se combinaba la información con la formación de la población a través de viñetas. Su apuesta era la cocina saludable y como recuerda la propia periodista en el documental “los guisos tenían preferencia sobre los fritos y donde las amas de casa tenían la necesidad de lucirse en la cocina”. Años después, ya en los 80s, sería Elena Santonja quien presentaría el programa de cocina «Con las manos en la masa» en la televisión a color en el que destacaba la naturalidad de una cocina casera realizada por ella y sus invitados, hombres y mujeres relevantes de la escena política y cultural del momento.

Un década antes de la innovadora Santonja, concretamente en 1972, se publicó uno de los libros más vendidos sobre cocina española escrito por Simone Ortega, referente de la cocina española destinado a las clases medias y altas, 1080 Recetas de Cocina. Era una época de contenidos culinarios dirigidos sobre todo al público femenino sumergido en un mundo de patrones, costuras y recetas.

Durante la Transición española, tras la muerte de Franco, las mujeres estaban ahí, en la gastronomía y en la escritura periodística de este y otros ámbitos, donde por ser mujer y a pesar de hacer contenidos con un peso realsentía que tenía que alzar la voz”, asegura en el documental una de las pioneras en el periodismo gastronómico, Ana Lorente.

El consumo y el trabajo en torno al vino siempre había estado ligado a la figura del hombre, siendo un tema tabú para las mujeres. Entre el mundo del vino y del perfume, María Isabel Mijares eligió la enología y terminó siendo la primera mujer en el mundo en ser la presidenta de un consejo regulador apoyada en su fuerte trayectoria académica, sin darse cuenta de que estaba rompiendo unos moldes impuestos por la simple circunstancia  de ser mujer.

“La viña tiene una dificultad tremenda. Nace, crece, llora cuando la han podado por sus heridas, da frutos, se siente satisfecha cuando los ha dado, es enormemente sufrida, se adapta al medio ambiente. La viña es mujer porque la mujer es eso en el mundo, en la sociedad y en el rol que le ha tocado vivir”, asegura Mijares en el documental.

La sumillería también era un papel que acostumbraba a ejercer el hombre, y ver como poco a poco la mujer se adentraba en el mundillo generaba extrañeza entre aquellos que no acostumbraban a ver a la figura femenina dentro del sector. “El primer escalón un poquito me lo encontré con mi propio padre que me dijo “¿cómo te vas a dedicar a un mundo de hombres?” decía Ester Rico, una sumiller que también reconocía haber tenido el Síndrome del Impostor, muy común entre las mujeres, puesto que su condición de mujer en muchas ocasiones va ligada a la sensación de no estar a la altura o no merecer los logros conseguidos.

 

Dentro del ámbito de la restauración de nuestro país, las mujeres son las más infravaloradas en cuanto a reconocimiento y premios se refiere. Una de las polémicas más sonadas en torno al mundo de la gastronomía, sucedía cuando Carme Ruscadella rechazó un premio de la Revista Restaurants, los 50 Bests, porque fue sacada de contexto y puesta en una categoría diferente por el simple hecho de ser mujer,yo no tuve la conciencia de que rechazaba un premio. Yo tuve la conciencia de que protestaba de realmente un acto de discriminación positiva”, argumentaba Carme Ruscadella.

Este tipo de recursos de listas o de crear categorías diferentes haciendo del sexo femenino un gueto, resulta de lo más común hoy en día y resultan un paradigma, ya que en ocasiones son necesarios para cambiar el sistema, pero por otro lado crean esa diferenciación, esa otra liga de la que habla Ruscalleda.

La mujer no solo ha tenido que lidiar con las dificultades para lograr lo que busca, bajo su condición biológica, sino que a demás ha tenido que reinventarse cuando, si lo ha querido, se ha visto inmersa en  la maternidad; “pienso que lo más difícil es la conciliación familiar”, dice la cocinera Teresa Gutiérrez. Siempre se cuestiona donde está la mujer cuando no está cuidando de los hijos, mientras que al hombre nunca se le pregunta porque se da por hecho que la responsable de esa labor es la mujer.

Tras el visionado del documental queda claro que no es que no haya mujeres en el mundo de la gastronomía, las hay y no cabrían todas en una lista. Solo hay que darles voz, tratarles como a iguales, dar oportunidades para que ocupen los puestos de responsabilidad y liderazgo, sin poner impedimentos ni normalizar los que ya existen, y tener una mente crítica y sobre todo feminista.

Según Sara Pérez en ¿Oído? Ellas, la voz de la gastronomía: «hoy en día no hay igualdad. Desde ese punto de vista, creo que la ira femenina y feminista es absolutamente necesaria para ser capaces de transformar esa geografía de lo posible. Otro mundo es posible».