Hace unas semanas organizamos desde The Foodie Studies un encuentro en torno a la comida migrante en un barrio de Madrid llamado Tetuán para promover el diálogo intercultural. Y así fue que nos reunimos 37 personas de diferentes edades, orígenes y profesiones —muchas de las cuales no nos conocíamos— para probar platos emblemáticos de El Salvador en una pupusería.

Hasta hacía bien poco ni yo sabía lo que era una pupusa, el plato estrella que da nombre a estos restaurantes y que consiste en una tortilla de harina de maíz con un fino relleno de queso, frijoles o chicharrón y que se come acompañado de un curtido de col y zanahoria. Para probar estos platos fuimos a Pupusería La Ceiba, un lugar emblemático cerca de Plaza de Castilla que además de establecimiento de comidas hace las veces de lugar de reunión para una comunidad que en Madrid casi alcanza las 10.000 personas en el último censo.

Edgar Huezo fue uno de los salvadoreños que nos acompañaron para guiarnos en ese mapa no solo de sabores no reconocibles aún por los participantes, sino también en las formas de comerlo. Para mí, desde afuera, comer una pupusa es un rito. Observo cómo esparce la salsa de tomate sobre el curtido y cómo pellizca con delicadeza con los dedos una parte de la pupusa para atrapar algunas de las verduras encurtidas que son el contrapunto a la masa.

Muchos intentamos torpemente reproducir los gestos, otros, sin embargo, prefirieron atacar la pupusa desde el cuchillo y el tenedor. Aquí nacieron los comentarios, la ideas cruzadas entre los participantes, el asentimiento en ocasiones y las risas compartidas en otras, ante el desastre en el plato de los que no somos tan duchos. Me gusta mirar a quienes  saben comer con las manos e intento aprender porque me parece cercano y elegante. Por cierto, comer con las manos es una de las propuestas para los aperitivos de la cocina de autor (lo llaman finger food) pues siguen el precepto de la neurociencia que asegura que emplear el tacto completa el placer de comer. Y, sin embargo, dependiendo del contexto, continúa siendo un prejuicio cultural para muchas personas.

Uno de los asistentes a la II Comida-Taller de periodismo gastronómico dedicada a El Salvador con una pupas en las manos. Foto: Ari Acosta.

Desocupé varias veces mi puesto en la larga mesa para hablar con unos y con otros y en una de esas ocasiones un cliente del restaurante en ese mediodía de martes me preguntó cómo se había obrado aquel milagro. Él es Quique, músico salvadoreño en España añorando regresar pronto a su tierra para tomar la sopa de res de su mamá. Y es que en los restaurantes migrantes, pese a los ricos platos caseros y sus precios ajustados y su situación cercana a oficinas y otros espacios gastronómicos y de ocio, no es habitual encontrar a españoles sentados a sus mesas. Lo pudimos comprobar también en nuestra primera experiencia intercultural gastronómica cuando fuimos el pasado mes de abril a un restaurante de Filipinas en el que solo vimos en aquella ocasión filipinos migrantes entre sus clientes. Esto se debe a la falta diálogo intercultural, ya que pese a que se trata de un barrio multicultural —como tantos otros en Madrid y en otras ciudades y poblaciones  españolas— los intercambios son aún reto por conseguir. Por eso pusimos en marcha hace ya un año #TetuánFoodie junto a Espacios Comunes-Lorenzana, como iniciativa arropada por Laboratorios Ciudadanos (Labs) en la que se enmarca esta II Comida-Taller Intercultural de Periodismo Gastronómico. Un granito de arena en un inmenso desierto, que completamos con una sesión en la que escribimos nuestra experiencia: algunos somos periodistas, otros estudiantes de periodismo y otros vecinos del barrio que disfrutan escribiendo y compartiendo sus impresiones. A unos y a otros les dimos el mismo consejo para comenzar sus escritos: «La crónica debe arrancar de algo que de verdad te importe, que tenga que ver contigo».

Y así fue como cada uno ofreció su mirada en sus palabras. El yo que observa y descubre para mostrarlo a los demás. Las crónicas, los vídeos y las impresiones en las redes de los asistentes de esta comida salvadoreña dejan una gran sensación de paz, porque transmiten que, al menos, hay quienes intentamos entendernos comiendo y que otro paisaje gastronómico en España es posible.

Esperamos organizar una nueva comida para la próxima primavera y seguir ampliando el diálogo. Si quieres saber más sobre esta iniciativa o si quieres replicarla en cualquier otro barrio de Madrid o en otra ciudad ¡¡escríbenos!! info@thefoodiestudies.com 

Si quieres leer las crónicas de los participantes y ver sus vídeos visita el blog del proyecto #TetuánFoodie en colaboración con Tetuán Alimenta y Espacios Comunes-Lorenzana.