Aportación para el II Congreso de Comunicación y Periodismo Gastronómico. Revolución humana de la gastronomía

Título: Las cocinas: donde el miedo y el machismo se encuentran

Por Silvana Lezama García

Resumen

Escribir este texto ha sido un gran reto para mi, no me gusta tener que recurrir a mis sentimientos o vivencias para que algo tenga sentido o para que las personas le presten atención al tema del que hablo, pero, en este caso creo que es necesario por la gravedad del asunto. No entraré en detalles porque aún siento miedo y tengo algunas secuelas que me recuerdan los eventos que a continuación narraré, pero tampoco quiero victimizarme, sino darle protagonismo a lo que es verdaderamente relevante y es el trasfondo de este texto: El acoso laboral y el miedo que llegamos a sufrir mujeres en el mundo gastronómico.

Palabras clave: Violencia de género, cocinas, gastronomía

Todos conocemos lo competitivo que puede ser el mundo laboral, sin importar la profesión u oficio. Puedes encontrarte con personas que tienen la misma educación y experiencia que tú y también con algunas que están mucho más preparadas. Eso no representa un impedimento real para lograr el éxito y triunfar en tu carrera. Lo que lastimosamente sí existe y nos afecta a un gran número de las profesionales en pleno siglo XXII es nuestro género.

Algunos pensarán “otra feminazi más”. Pero este no es el caso. Soy mujer y me considero feminista aunque nunca llevándolo al extremo. Creo firmemente en los derechos de la mujer y en la igualdad de género, pero abruma lo mucho que tenemos que pasar las mujeres en el mundo laboral.

Mi experiencia que es también la de otras mujeres

Soy chef. En 2019 culminé mis estudios en una de las escuelas más reconocidas a nivel mundial (para evitar represalias en el futuro me reservo el nombre – es irónico tener que censurarme para no cargarme mi futuro profesional-), donde recibí una formación excepcional de la mano de profesores que tienen una envidiable y extraordinaria carrera en el área. Además, tuve un grupo de compañeros de los que aprendí muchísimo. Pero no todo es o puede ser perfecto. La escuela tenía sus cosas malas. Una vez que me gradué y comencé mis prácticas viví de primera mano las graves faltas que hay dentro de la misma, como el machismo que estaba muy presente en muchas de las personas que allí trabajaban.

Durante mis prácticas fui víctima de abuso psicológico por parte de un hombre que tenía un cargo superior al mío y decidí reportarlo a la persona que se encargaba del departamento de prácticas en la escuela, una mujer -casualmente— que normalizaba este tipo de conductas dentro de las cocinas. Me hizo entender que no iba a hacer nada por mí porque para ella enfrentarme a esos abusos formaba parte de mi vida laboral. Desde ese momento me pregunto: ¿Por qué no me dijeron eso en la clase introductoria? Además, en este centro hay una cultura del encubrimiento porque a día de hoy me consta que siguen recomendando el lugar en el que los abusos a mujeres son habituales a sus alumnas para realizar sus prácticas.

Como sociedad tenemos que superar esa mentalidad que las mujeres tenemos que trabajar mucho más duro para que se nos tome en cuenta dentro de una cocina, y fuera de ella, aunque hagamos el mismo trabajo y tengamos en el mismo cargo que un hombre. Se trata también de enfrentar esa “norma” implícita que si nos “excedemos” o tenemos una manera de trabajar que no sea sumisa y obediente, se nos tilda de personas con las que es difícil trabajar o que sencillamente tenemos problemas de actitud, con el típico cliché en burla de “seguro es que está en sus días”.

Tengo que aclarar algo, no estoy diciendo estas cosas porque le tenga rabia a un jefe en especial o porque soy una profesional frustrada que no he logrado nada trabajando en cocina, digo estas cosas con propiedad. Un dato revelador es que en 2020 menos del 4% de los chefs poseedores de tres estrellas Michelin son mujeres.

En diversas oportunidades he escuchado a personas decir que por qué no alzamos la voz como mujeres y pedimos igualdad en las cocinas, pienso que lo hemos hecho, pero muchas de nosotras hemos sido humilladas, despedidas o abusadas por querer alzar nuestra voz, llegando a un punto en que el miedo y el machismo puede más que nuestra unión.

El miedo en la cocina del restaurante

El miedo es real para mi. Lo siento al trabajar con puros hombres, no porque sean todos malos, sino por el trauma que cargo gracias a un abuso sexual del que fui víctima en un restaurante y porque no quiero que vuelvan a silenciar mi voz dentro de una cocina. 

El miedo que genera el machismo es el peor enemigo del hombre y de la mujer, porque eso solo genera discriminación, desconfianza y roces entre hombres y mujeres. Pero el machismo mezclado con el abuso de poder es sencillamente letal. Por experiencia un hombre que tenga esos dos factores dentro de su personalidad siendo jefe en una cocina es de temer.

En una ocasión me encontré con un jefe que sencillamente decidió abusar de mi porque podía y tenía más fuerza y poder que yo. En ese mismo restaurante, otro hombre se había mostrado considerado al decirme que le avisara de «cualquier cosa” y que podía contar con él para lo que fuera. Pero fue el que más me humilló cuando le confesé el abuso que había vivido por parte del dueño del restaurante. Esta persona en vez de ayudarme me dijo de forma soberbia una frase que hasta el día de hoy me hace llorar: “Tú tienes que aprender a quedarte callada y a decir que sí”.

¿Por qué me pasó esto a mí? ¿Cómo es posible que tú como jefe permitas esto? ¿Cómo es posible que después de dos años aún me de miedo verte y decir tu nombre?  Son preguntas que jamás serán contestadas y son preguntas que, como yo, muchas de ustedes se habrán hecho.

Acabar con el machismo dentro de las cocinas será una labor titánica y quizás hasta imposible, pero, acabar con el miedo no. Que lo diga yo después de todas las veces que he hablado del mío puede rayar en ironía, pero no es así. Pienso que una de las soluciones es aceptarlo, entenderlo y eventualmente enfrentarlo. Eso es lo que poco a poco he venido trabajando, quizás aún no me siento capaz de gritar a los cuatros vientos el nombre restaurante en el que abusaron de mi, el nombre de la persona que lo hizo y los nombres de las personas que lo apoyaron, pero si soy capaz de hablar del problema y buscar una manera para que esto no suceda más.

Ninguna persona, sea hombre o mujer merece ser abusada, ninguna persona merece ser humillado y ninguna persona debe correr ese peligro. Hoy quiero ser una voz fuerte para todas mis compañeras dentro del mundo de la gastronomía y decirles que no están solas. Aquí tienen a una mujer que, a la fuerza, como todas, fue sumada a las estadísticas de abuso, pero que decidió no ser una víctima. Que después de todo tomó las riendas de su miedo para que este no dominara su vida.

Con estas palabras quiero ser la voz para las que aún no han encontrado la suya y ser un ejemplo para esas pequeñas que su sueño es ser chef. Por eso decidí ser ese agente de cambio para que ni una más tenga que pasar por semejantes atrocidades.

Conclusiones

No existe la fórmula mágica para acabar con estos dos problemas, decir lo contrario sería mentirles. Pero sí sé por dónde empezar:

  • En primer lugar, dejemos de normalizar y defender lo indefendible, el abuso en cualquiera de sus formas está mal. Sencillamente no podemos decir que es normal que discrimen a una mujer en la cocina, hay que dejar de hacer la vista gorda con estas agresiones porque lo único que logramos es que se convierta en algo trivial y no lo podemos permitir. Dejar que esto suceda sencillamente seguirá perpetuando la cultura del miedo y del machismo en las cocinas. 

 

  • En segundo lugar, ser una mano amiga. Tenemos que dejar de culpar a las víctimas. No podemos esperar que esto cambie si aún existen personas que piensan que las mujeres nos buscamos estos abusos. 

 

  • En tercer lugar, si bien es cierto que en la mayoría de los casos las mujeres somos las abusadas, no podemos dejar de un lado que existen casos de abusos hacia hombres, las mujeres quizás somos un blanco más fácil porque lastimosamente nos ven débiles, pero a veces omitimos los abuso a los que ellos son sometidos por el simple hecho de pensar que como son hombres son fuertes y no los abusan.

 

  • Por último y quizás más importante tenemos que hacer eco de esta situación no podemos seguir callados ante un problema que está fuera de control y que día tras día se suman más víctimas. Dije que tenemos que aprender a vivir con el miedo, pero con esto no quiero decir que lo veamos como algo normal. Me refiero a saber cómo lidiar con él hasta el punto en que podamos superarlo y así ayudar a otras personas. Una vez dejemos el miedo atrás el machismo en las cocinas no será más que un ideología fallida y ridícula sencilla de eliminar.

 

*La foto que acompaña este texto forma parte de un proyecto artístico de Ariadna Acosta y no tiene relación directa con el texto aportado. The Foodie Studies.