El santo al cielo es una novela negra del escritor Carlos Ortega Vilas protagonizada por Aldo y Julio, un policía nacional y un guardia civil, respectivamente. Es una novela de resacas, cigarrillos consumidos con culpabilidad, muchos zumos de naranja y café. Pero en un momento delicioso de la novela la acción se da un respiro. Aldo prepara con complicidad un almuerzo en el que la pasta es la protagonista y ahí, solo en ese momento, la sensibilidad que lleva escondida bajo su capa de socarronería se revela.  El plato elegido es Bucatini all’amatriciana con bacon en lugar de guanciale y sin guindilla (aclara el cocinero).

En la novela —publicada en España por Dos Bigotes en 2016— destaco una frase que aunque no sea gastronómica, me parece muy cercana a los sentidos:

«La razón es cobarde, Julio. No analiza todas las posibilidades, solo aquellas que son lógicas. La intuición va más allá: rastrea todas las alternativas, incluso las más disparatadas, y es justo ahí donde puede estar la respuesta».

Admito que disfruto de la creatividad literaria para denominar platos de restaurantes y en El santo al cielo el autor nos propone un mero langostinado, del que dice uno de sus personajes que suena exótico, mientras el otro se zampa un solomillo a la brasa con teja de vinagre de sidra.

La novela se come de un bocado pese a ser algo voluminosa y desvela una vez más el uso como herramienta de la gastronomía en la Literatura.

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